lunes, 7 de enero de 2013
Thomas Mann
¡Oh, encantadora belleza orgánica que
no se compone ni de pintura al óleo, ni de piedra, sino de materia viva y
corruptible, llena del secreto febril de la vida y de la podredumbre!
¡Mira la simetría maravillosa del edificio humano, los hombros y las
caderas y los senos floridos a ambos lados del pecho,y las costillas
alineadas por parejas y el ombligo en el centro, en la blandura del
vientre, y el sexo oscuro entre los muslos! Mira los omóplatos como se
mueven bajo la piel sedosa de la espalda, y la colúmna vertebral que
desciende hacia la doble lujuria fresca de las nalgas, y las grandes
ramas de los vasos y de los nervios que pasan del tronco a las
extremidades por las axilas, y cómo la estructura de los brazos
corresponde a la de las piernas.¡Oh, las dulces regiones de la juntura
interior del codo y del tobillo , con su abundancia de delicadezas
orgánicas bajo sus almohadillas de carne!¡Qué fiesta mas inmensa el
acariciar esos lugares deliciosos del cuerpo humano!¡Fiesta para morir
luego sin un sólo lamento!¡Sí, Dios mío, déjame sentir el olor de la
piel de tu rótula, bajo la cual la ingeniosa cápsula articular segrega
su aceite resbaladizo! ¡Déjame tocar devotamente con mi boca la "arteria
femoralis" que late en el fondo del muslo y que se divide, más abajo,
en las dos arterias de la tibia! ¡Déjame sentir la exhalación de tus
poros y palpar tu vello, imagen humana de agua y de albúmina, destinada a
la anatomía de la tumba, y déjame morir con mis labios pegados a los
tuyos
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