lunes, 7 de enero de 2013

Fábula y moraleja, Ángel González

Dos soldados se amaban tiernamente.
Grababan en las balas las iniciales de sus nombres propios
elegantemente entrelazadas
-quizá con un punto de cursilería-.
Intentaban de ese modo llevar su amor al corazón de todos los hombres,

lo que estaban logrando
con licencia de armas,
perseverancia y buena puntería.

Aprendí de esta historia
que a los hombre educados en el desprecio
hasta el amor les sirve para expresar su odio

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