martes, 25 de agosto de 2015

Persistencia del olvido, Felipe Benítez Reyes


Recuerdo una ciudad como recuerdo un cuerpo.

Caía ya la luz sobre las calles
ya caía en tu cuerpo
-en un hotel oscuro, o en no sé
qué habitación sin muebles de no sé
qué ciudad- la luz agonizante
de velas encendidas.

Un temblor
de velas, o un temblor de árboles,
en el otoño sucedía  -no lo sé-
en la ciudad que no recuerdo
-ya esa desmemoriada sensación
de haber estado allí, ignoro adónde,
con alguien que no sé,
quizás en la ciudad que siempre olvido.

 

Tal vez era la lluvia: mi pasado
ocupa un escenario de calles desoladas.
Sin duda era la lluvia golpeando
los cristales de un taki, con alguien a mi lado,
con alguien que ha perdido
sus rasgos con el tiempo.

O era yo
-no lo sé-, tal vez yo mismo
reflejado en cristales mojados por la lluvia.
Quizás era en verano, no recuerdo,
y era otra ciudad la que ahora olvido.
Una ciudad con bares junto al mar,
donde tú nunca estabas.

No sé bien
qué ciudad era aquélla en que la luz
tenía la apariencia de una flor abrasada,
pero tus manos frías estaban en mis manos,
tal vez en algún cine con palcos de oro viejo,
en su caliente oscuridad.

Una ciudad
se vive como un cuerpo,
se olvida como él.

Posiblemente
ahora evoco ciudades que existieron
al lado de esos cuerpos que existieron
en ciudades que existen tal vez en el olvido.
Que deben existir, pero no sé.

"El último de la fiesta", Carlos Marzal



1
Deberías marcharte. La fiesta ha terminado.
Helada y sucia ya se anuncia el alba
con su oscuro cortejo de presagios.
Tendrías que acostarte, huir de este lugar
antes de que la luz te restituya
esa imagen de ti que ya conoces,
indefensa a tus ojos, lastimosa.

Has tocado por hoy el fondo de tu noche:
las ropas no guardan la corrección de unas horas atrás
y tu lengua está torpe,
has empezado a hurgar en la memoria
y ya no hay quien te fíe.
lo más sensato ahora sería retirarse.

2
Aquí, con convicción, ya nada te retiene.
Suena de nuevo idéntica la música
y no es fácil andar sobre el untuoso suelo del local.
Ha pasado la hora de raptarse alguna compañía
con quien querer fingir la noche inacabable,
y te será mejor no recurrir
a invitados finales,
errante cada cual en su constelación,
rezumando bebida como paredes húmedas,
dispuestos a cualquier confidencia extemporánea.

Es infame el lugar. Tal vez lo fuera siempre;
pero hasta hace poco era el teatro
idóneo para tus intenciones.
Se trataba de malgastar el tiempo,
uno más entre la turbadora clientela,
regresando al sabor bronco de noches apuradas,
de ti mismo perdido y encontrado.
El azar nos otorga reductos alejados de la severidad,
momentáneos reinos en donde nadie trata
el enojoso tema de la vida,
no importa si a conciencia o ignorantes
de que la vida huye al ser nombrada.
El azar nos obsequia y el azar nos despoja.

Así te ocurre ahora: la fiesta ha terminado,
y con la fiesta terminó el hechizo.

3
Has apurado el plazo
que la noche te había concedido,
y a quien la luz ha de traer
ya lo conoces.
Si vuelves hacia casa, con tus pasos
volverán sus pasos. Y a tu fatiga
su fatiga habrá de acompañar.
La fiesta ha terminado y queda su enseñanza:
como una vieja deuda contraída,
nada hay más imposible que escapar de nosotros.
Ya se aproxima el alba, y nadie ignora
que todo plazo acaba por cumplirse,
que toda deuda acaba por pagarse.

4
Ya ves; eso es lo que te aguarda, si te marchas,
y lo que aquí te espera no es mejor.
Conoces de antemano cuál será tu conducta:
sopesarás los dos ofrecimientos que posees
-la despoblada soledad de una fiesta ya extinta,
la habitual afrenta de estar solo contigo-
y antes de encaminarte hacia la casa
apurarás la noche un poco más.
(Un poco más, a estas torpes alturas de tu vida,
no puede ser muy malo.)
La fiesta ha terminado. Y aquí viene la luz,
la vieja hiena.

Has apurado el plazo
que la noche te había concedido,
y a quien la luz ha de traer
ya lo conoces.
Si vuelves hacia casa, con tus pasos
volverán sus pasos. Y a tu fatiga
su fatiga habrá de acompañar.
La fiesta ha terminado y queda su enseñanza:
como una vieja deuda contraída,
nada hay más imposible que escapar de nosotros.
Ya se aproxima el alba, y nadie ignora
que todo plazo acaba por cumplirse,
que toda deuda acaba por pagarse.

"Decicatoria", Luis Alberto de Cuenca


La tierra estaba seca.
No había ríos ni fuentes.
Y brotó de tus ojos
el agua, toda el agua.

Teognis de Megara


El amor por un joven es hermoso
tenerlo y es hermoso abandonarlo,
y es más fácil hallarlo que cumplirlo.
Mil males vienen de él, también mil bienes:
aquí su encanto, sí, precisamente.

jueves, 13 de agosto de 2015

"Esposa", Miguel D'Ors



Con tu mirada tibia
alguien que no eres tú me está mirando: siento
confundido en el tuyo otro amor indecible.
Alguien me quiere en tus te quiero, alguien
acaricia mi vida con tus manos y pone
en cada beso tuyo su latido.
Alguien que está fuera del tiempo, siempre
detrás del invisible umbral del aire.

"Calendario perpetuo", Miguel D'Ors



El lunes es el nombre de la lluvia
cuando la vida viene tan malintencionada
que parece la vida.

El martes es que lejos pasan trenes
en los que nunca vamos.

El miércoles es jueves, viernes, nada.

El sábado promete, el domingo no cumple
y aquí llega otra vez -o ni siquiera otra:
la misma vez- la lluvia de los lunes.


sábado, 8 de agosto de 2015

"Venus de Cnido", Víctor Botas


Las manos de la diosa
no prodigan
calor.
           Valen mil veces
más la humilde ternura de esas otras
comonues y encontradas
en la noche del puerto
que toda la destreza de Praxíteles.

"Memoria" (Sobre un texto de Ishikama Takuboku, José Ángel Valente


Esa mujer que lloraba en mi cuarto
¿era el recuerdo de un poema
o de uno de los días de mi vida?